Ni sumisa ni dormida: la cueca neuquina sigue viva y apuesta por más

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Ni sumisa ni dormida: la cueca neuquina sigue viva y apuesta por más
Ni sumisa ni dormida: la cueca neuquina sigue viva y apuesta por más

Desde sus orígenes como zamacueca en el Virreinato del Perú, pasando por Chile gracias a la banda del general San Martín, hasta nuestros días, se mantuvo vigente y sin formalismos. Ahora, las clases de un matrimonio de bailarines la impulsan en el Valle.

“Zambita ay yo quisiera, quisiera yo presentarla, zambita porque es nuestra, porque es nuestra tradición, zambita ay con permiso, con permiso soy la cueca, esta cueca neuquina, zambita yo la cantara, si hubiera una pareja, zambita que la bailara, que la bailara ay si, zambita que es muy bonito, de ver cómo flamean, zambita ay los pañuelitos… soy la cueca neuquina, zambita, de la Argentina”, entona la cantora, mientras rasguea ligerito en la guitarra. ¿A cuántos les pasó que, sabiendo qué género es, ya leían estas estrofas con el ritmo sonando en la cabeza? El patio de la chacra de los Berbel, días atrás en Plottier, se llenó de estos mismos sonidos. Fue con motivo de una clase especial de danza, destinada a la preferida de los crianceros del interior: la cueca neuquina.

Lejos de lo académico, ese evento terminó siendo un compartir entrañable aunque muchos ni se conocieran. Eso fue posible gracias a la añoranza de quienes eran oriundos de pueblitos o parajes, sumada a la curiosidad de los aún sin saber, se acercaron a probar. Junto a los dueños de casa, Traful y Marité, los esperaban los profesores Isaid González y Zulema Retamal, bailarines de extensa trayectoria, multipremiados y que pisaron escenarios a nivel nacional e internacional. Y las cantoras Natalí del Pino y Laura Millaqueo, impresindibles para que la magia ocurriera, en vivo y en directo, sin reproductores de por medio.

“Fue hermoso porque ella aplaudía y lloraba mientras nosotros bailábamos. Entonces la fui a ver y me contó que tenía un problema de rodilla, por eso no bailaba. Así que siguieron cantando, hubo ‘aro, aro’, hubo de todo. Y en un momento ella se paró y bailó igual con su nieto, no aguantó, fue hermoso… eso nos llegó muchísimo”, reconoció la docente, nacida en Plaza Huincul. Isaid llegó desde Buta Ranquil.

GRACIAS A SAN MARTÍN Y A SU BANDA "TALCAHUANO"

Hasta acá, y que no es poca cosa, todo lo que hay detrás de la danza y la música de un pueblo. Horas de práctica, mucho de conocimiento ancestral, el amor por la tierra más que por los premios, la sencillez de un hogar de puertas abiertas. Pero la cueca neuquina tiene mucho más adentro. Es humilde de corazón, pero de sumisa no tiene nada. Viene apechugando desde hace más de 200 años, prohibida durante el conflicto con Chile por las islas del Canal de Beagle y rechazada mucho antes también, cuando todavía era zamacueca en tiempos del virreinato en Perú y molestaba su ejecución en las “chinganas”, lo que hoy conocemos como “enramadas”.

Incomodaba porque era el divertimento de las clases populares, aunque hubiera nacido en los salones aristocráticos, desde el fandango español, hasta que se mezcló con ritmos afroamericanos y esclavos. Esa línea de tiempo tiene tanta fuerza que se terminó de legitimar gracias a la banda del Ejército de José de San Martín, en su Campaña de los Andes. Esos músicos también eran de raza negra y, “finalizada la gesta heroica de la libertad americana, regresaron en barco por el Pacífico, haciendo un alto en Santiago de Chile, antes de cruzar nuevamente la cordillera. Allí la banda brindó sus retretas con música popular criolla, ejecutando en su repertorio las zamacuecas que ya habían ganado su lugar en Lima”, repasó Héctor Alegría, investigador y periodista, en su libro dedicado a la cueca.

Esa misma música que llegaba como invitada, sería con el tiempo y sus adaptaciones, la cueca chilena, la cueca cuyana y la cueca neuquina. “Siendo chileno – español el origen del poblamiento ”blanco” (no indígena) en la región, junto con sus usos y costumbres, los inquilinos labradores de la tierra, crianceros y pirquineros que cruzaron la cordillera y se afincaron en el Alto Neuquén, introdujeron aspectos perdurables de esa cultura”, agregó el estudioso.

Así, revisar los trabajos de quienes investigaron sobre folclore barre con los prejuicios, con las viejas discordias y con la idea corta de que es un ‘bailecito’, costumbre de pobladores dispersos en la distancia y lejos de los privilegios de la urbanización. Es una señora bajita pero bien plantada, de ojos tiernos, transparentes, que necesita celebrar en medio de tanto trabajo en el campo, y que no pidió autorización para seguir viva. La multiplicaron de tanto invitarla al patio, en cada trilla, novena, velorio o casamiento.



Fuente D.R.N.


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